jueves, 11 de agosto de 2011

Rodando en Monterrey


Por Jorge Alonso Espíritu

Bajé del autobus que me llevó a la ciudad de Monterrey. Armé la bicicleta, revisé e improvisado mapa bajado en segundos de Google Maps, me eche la mochila encima y me dirigí a la escuela de Medicina del Tecnológico de Monterrey.

Escribo desde la ciudad capital financiera de México. El orgullo económico nacional. Una de las manchas urbanas más extendidas del país.

Se supone que hace tanto calor que la gente evita la calle. Es cierto. La escases de peatones -en comparacion al DF, Puebla o Guadalajara- es evidentes y uno cavila si se debe a las amenazas del narco, las horas laborales, las vacaciones de verano o los 38 grados en la escala de Celcius. Pero no tardo ni dos calles en encontrar a otro ciclista.

El siguiente es un vendedor ambulante de fruta que carga hielo para amainar la furia del sol, luego algún estudiante y despues un trabajador de un hotel de lujo. En Monterrey hay ciclistas.

Las calles tampoco son tan intimidantes como profetizaban algunos. Poca tráfico y conductores como en cualquier lado, algunos muy gandallas, pero la mayoria muy gentiles. Aunque claro, me estoy refiriendo a las vías alternas, las calles pequeñas. Pero vamos a contar de las otras.

En algún momento a alguien, lo sabemos todos, se le ocurrio que un simbolo de progreso son las grandes construcciones, la gran cantidad de automoviles. A Monterrey lo cruzan estos. Y concedo que funciona: un auto puede cruzar la ciudad en unos cuantos minutos. Pero este sistema -y no quiero sonar fanatico- de verdad margina.

Despues de tardar unos 10 minutos en llegar cerca de mi destino, empezo la verdadera dificultad: cruzar de forma segura la avenida Morones Prieto. Mi afán de evitar sentidos contrarios, cruces indebidos y demás, sumado a la proliferacionde distribuidores viales extraños y la ausencia de puentes peatonales más las nuevas obras, que estan en camino, me retrasaron un poco. Vagué casí media hora buscando como cruzar.

El sistema es perverso para los propios automivilistas. Lo supe cuando en automovil particular tarde 9 minutos en avanzar una calle. ¿Karma? Tal vez.

Parado en el tráfico de los puentes gigantes recordé de pronto a Puebla. En un momento vino a mi mente la portada del semanario Acento Veintiuno, de hace un par de meses: "La Puebla que viene", así como aquellas veces que en bicicleta transgredí las prohibiciones para cruzar las obras que construiran el futuro de mi ciudad. Un futuro que se antoja caotico, lento, estridente. A menos que muchos hagamos algo.

La próxima nacional de ciclismo en Monterrey, a llevarse en noviembre, reflexionara en torno a estos problemas. El objetivo son ciudades nobles. En Puebla rodamos el sabado pasado, para que no nos quiten ese derecho.

La bicicleta es una metafora de la vida con la que podemos hablar de este lío, y que deberían escuchar las autoridades. En bici no puedes marchar en sentido contrario.

1 comentario:

  1. me encanto el relato, por un momento me imagine en Monterrey y juntos rodaremos en el congreso!!..saludo!fraterno!...

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